Las
8 y media se pespuntean sobre una noche clara y fría en Villacarrillo, en el Coliseo, casi 300 personas aguardan
expectantes, la nueva velada de teatro. La luz se hace huidiza entre las
butacas, y la bien modulada voz de Adolfo, El
Director, anuncia el comienzo.
Un bien plantao Mozo, El Afilaor, con sus trebejos, arriba a la casa, prendándose de la Mozuela, que le promete ventura a su regreso, dándole a afilar sus tijeras.
La madre de la niña, La Ventera, ya se endulza el aliento con los buenos dineros que en complicidad de su comadre, han sacao al adinerado judío que suspira por la mozuela.
Sobre el entarimado la silueta de una casa cortijo, hasta
cuyo tejado trepa una perezosa parra, candil en el quicio, asiento en su sesgo,
y fuente en el frente, reciben la acomodada vista del espectador. Una vieja
destartalada, La Raposa, habla de
amoríos y dineros, y una bella muchacha, La
Mozuela, aspavienta el aire con su lamento.
De vuelta el Afilaor, ella le llora su desventura, y como
no se decidiera, ligazón de sangre le hace con la tijera. Adentrado en la casa
para yacer con la mozuela, viniere El Judío
a reclamar lo que adquiriera.
La fugaz silueta esboza un reproche, el grito entreteje las
fibras de la noche…..¡Ladran los perros!, la luna se esconde, capa y sombrero no
saben, ni entienden, que el amor y la honra, ni se compran ni se venden.
Se hace el oscuro, cientos de aplausos, atruenan la sala,
la excepcional representación, ha mantenido una inquietante tensión, que ahora
por fin es liberada.
Pero no habían acabado las sorpresas, un desconocido
grupo de danza de la población de Arroyo
Frio, El Grupo La Caída que
compartía este entreacto, se encargó de filigranear un broche de lujo, para el
final de esta mágica noche. Sus miembros, todas chicas, pusieron en el
escenario, corazón, fuerza y ganas, interpretando varias piezas folklóricas de
la vecina Cazorla, que arrancaron
más aplausos de los que contarse puedan. Por otro lado, la sencillez y la garra
de la que hizo gala su directora en la presentación de los bailes, cautivaron,
si no sedujeron al perplejo público que nunca alcanzó a pensar que 4 euros
dieran para tanto.
En definitiva 1.100
euros, que como colofonara D. Juan,
representante de Cáritas, a cuyo beneficio se han destinado, han partido del
corazón de un público, y actores, que por una noche se han convertido en Voluntarios y Valedores
de los más débiles.
“Aures vocivae si sunt,
animus advortite” (Ahora si vuestros ojos y
oídos están desocupados, reflexionad con calma).
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