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lunes, 29 de octubre de 2012

ÍNDUO TEATRO PRESENTA EN VILLACARRILLO “LA SOMBRA DEL TENORIO”


Sábado 3 de noviembre a las 20,30 horas.
Entrada anticipada 6€ llamando al teléfono 953 442001
En taquilla 8€, 6€ para jubilados y usuarios con carnet joven.



Sin duda una de las grandes apuestas de este Otoño de Teatro llegará el próximo sábado, día 3 de noviembre. La compañía malagueña Índuo Teatro nos presenta su particular visión de una de las obras de teatro de más éxito de los últimos tiempos en el panorama escénico nacional. Desde la propia web del grupo nos adelantan la sinopsis.   
 
Es difícil la vida en los escenarios, y mucho más detrás de ellos. A menudo se habla de los actores secundarios del teatro como esos grandes artistas a los que la luz de los focos ilumina cada noche de función pero a los que la fama no parece querer sonreírles. En La Sombra del Tenorio, asistimos a la última representación de uno de estos grandes intérpretes, obligado por el capricho del destino, o por cosas del arte, a ser el eterno secundario en el conocido drama de Zorrilla, Don Juan Tenorio.
A través de su chispeante y pícaro diálogo con una novicia, que cumple con su voto de silencio, irá desgranando los mejores y peores momentos vividos en el teatro, convirtiendo así los últimos instantes de su vida en la representación en directo de su propia muerte. Eso sí, vestido, maquillado, con las botas puestas e interpretando por fin, el tan deseado personaje de Don Juan Tenorio.
Con la puesta en escena, pretendemos llevar al público ese otro mundo del teatro que se esconde entre las bambalinas y las cajas de un escenario. Un mundo con sus luces y sombras, divertido y dramático a la vez, como el propio Teatro, que vive dividido entre la risa y el llanto. El decorado dispuesto para esta representación de la muerte de Saturnino, lejos de ser una simple habitación de un asilo de monjitas de la Caridad, parece sostenerse en el vacío, rodeado por las sombras de los recuerdos del propio personaje.
El espectáculo, como el texto, se articula en torno a las anécdotas y experiencias narradas, por el personaje, con su peculiar sentido del humor, estructurándose con la acción del personaje de vestirse con cada una de las prendas del vestuario de Don Juan. Estas prendas, guardadas cuidadosamente en su maleta, comparten el espacio con las anécdotas, los desengaños, las pérdidas y los recuerdos que un actor acumula a lo largo de su vida. Cada actor arrastra por la vida su propia maleta, pero ésta de Saturnino, está repleta de experiencias, vivencias y vitalidad.
Una vitalidad que se presenta como oposición a la edad y la inminencia de la muerte del protagonista. También nosotros, hemos guardado algunos recuerdos en la maleta de Saturnino, ya sean experiencias compartidas en distintos camerinos con distintos actores, como veladas y representaciones del Tenorio vividas y visionadas, que nos han servido para imprimir a la interpretación de los textos esa cadencia antigua, fruto de la veteranía de los actores que la representaron, con la que se solía declamar, y comprender al mismo tiempo que en el pasado, para muchos de estos actores participar en la puesta en escena de Don Juan Tenorio era toda un experiencia de vida artística y auténtica escuela de actuación, por tratarse de una obra que llegó a pertenecer a la tradición teatral.
Saturnino, además de todo eso, es el heredero fiel del pícaro español con pretensiones de galán de un drama del Teatro Romántico con tintes folletinesco, dotado de grandes dotes de cortesía y capaz de seducir, a su manera, como el mismísimo Don Juan Tenorio.
Este personaje es, incluso en aquellos pasajes más tristes de su vida, capaz de reírse de su destino y sacarnos una sonrisa. A partir de un sencillo juego metateatral provocado por las primeras interrogantes de la obra: “¿Me he muerto ya?”, “¿Será esto otra pesadilla de las fiebres o andaré ya de viaje por el otro mundo?”, el espectador se adentra en ese mundo creado por el personaje, en el que parece que el tiempo está como detenido, ya que el tiempo “en el teatro es muy distinto de la vida”; y el público, inventado por Saturnino para recibir sus aplausos en el final de su representación, es testigo excepcional, junto a Sor Inés claro está, de ésta su última actuación, donde interpretará por fin los versos de Zorrilla en el final apoteósico de su obra, aunque Rufino, el regidor, se olvide una vez más de abrir la trampilla y dejar caer el teloncillo del cielo.
 

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